Hábitos sostenibles que nos enseñaron nuestras abuelas

Hábitos sostenibles que nos enseñaron nuestras abuelas

Pensando en si mis hábitos son sostenibles, rememoro que mi abuela tenía un gran jardín donde crecían todo tipo de plantas y árboles: begoñas, glaviolos, alhelíes, alcatraces, aloes, claveles, rosas, un nisporero y hasta pequeños cultivos de habas y maíz. Décadas después, a mí se me siguen muriendo los cactus. Tampoco sé hacer jabón con aceite reutilizado ni aprovechar los restos de la nevera para preparar una creación de cinco tenedores.

Mucho antes de tomar conciencia de la problemática ecológica mundial, nuestras abuelas ya fomentaban en su día a día las tres “erres”: reducir, reutilizar y reciclar sin saber qué era Greenpeace ni preguntarse por los osos polares del Ártico. Sin embargo, ¿en qué brecha generacional se diluyó aquella sabiduría? ¿En qué momento el mundo se llenó de tiritas por nuestros hábitos?

Quizás estas preguntas merecen un artículo aparte, pero lo que sí sabemos es que hoy contamos con tantas memorias como herramientas para transformar nuestra rutina en una más eficiente. Las siguientes prácticas fomentadas por nuestras yayas son un buen ejemplo.

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Hábitos sostenibles que nos enseñaron nuestras abuelas

CUIDA EL JARDÍN (Y VENDRÁN LAS MARIPOSAS)

Nos compramos una platanera o una costilla de Adán y consultamos decenas de portales de jardinería en Internet para comprender por qué sus hojas se vuelven amarillas. Sin embargo, nuestras abuelas nunca necesitaron de Google para mimar sus jardines: sus potos eran capaces de crear arcos naturales, los posos del café servían como abono y leer el cielo era el mejor indicativo para saber cuándo brotarían las frutas de los árboles.

Algunas de nuestras abuelas, incluso recogían el agua de lluvia en barreños de latón para después regar jardines llenos de mariposas y plantas consideradas hoy como trendy (¡hola, lengua de suegra!).

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