Vestidas para la guerra: el regreso de la ropa utilitaria

Vestidas para la guerra: el regreso de la ropa utilitaria

De boiler suit, a overall o jumpsuit, en inglés existen diferentes palabras para designar a la misma prenda, el mono. Como hiciese Pucci en los años 60, allá por 1939 Elsa Schiaparelli sacó su propia versión, con cinturón y bolsillos con cremallera para guardar pertenencias valiosas. Además de uniforme de trabajo, en pleno conflicto se convirtió en una de las prendas más habituales por su facilidad para ponerlo y quitarlo sobre la ropa. El que incluía cremallera, llamado siren suit, fue uno de los favoritos del primer ministro británico Winston Churchill, sobre todo el gris de lana con raya diplomática que solía llevar ante los bombardeos.

Sin embargo, más allá de la guerra y de las fábricas, el origen de esta prenda reside en varios experimentos del arte vanguardista del siglo XX. De hecho, varias corrientes artísticas de este y oeste acabaron convergiendo en la que probablemente sea la pieza más democrática del armario. En Europa tendríamos que remontarnos hasta el futurismo italiano de mano del diseñador Ernesto Michahelles, también conocido con el palíndromo Thayaht.

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Vestidas para la guerra: el regreso de la ropa utilitaria

La primera referencia a la prenda que ideó este artista apareció en el diario florentino La Nazione en 1919. Jugando con varias palabras, lo acabó llamando tuta, y caló tanto que es el término italiano con el que se designa actualmente al mono. Era de algodón lavable y sobre todo, de lo más versátil. La idea inicial, explica en un completísimo ensayo Flavia Loscialpo, académica de moda en la Solent University de Southampton, se formuló como una pieza veraniega en 1919. Una prenda “universal” apta para todo el mundo y muy barata: si una pieza corriente de algodón necesitaba unas 100-150 liras en tela, “la confección de la tuta requería menos de 50 ”. Además, excluía cualquier detalle, incluyendo simplemente cuatro bolsillos, siete botones frontales y un cuello. Para los futuristas, comenta Loscialpo, la elegancia no tenía nada que ver con la calidad de las telas, por lo que “las mujeres debían eliminar cualquier detalle exterior y concentrarse en la belleza de la simplicidad absoluta”.

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