Gabrielle Korn o cómo gestionar el feminismo y el activismo corporal cuando trabajas en la industria de la moda

Gabrielle Korn o cómo gestionar el feminismo y el activismo corporal cuando trabajas en la industria de la moda

LibrosLa periodista Gabrielle Korn recopila en su nuevo libro las lecciones que aprendió mientras trabajaba en medios femeninos. Para ella, el cuerpo y la apariencia son un importante activo político

Por Paloma Abad

Este tema fue publicado en el número de abril de 2021 de Vogue España.

"¿Es posible que haya confundido empoderamiento con perfección?”. Esa es una de las muchas preguntas que Gabrielle Korn (Nueva York, 1989) querría que los lectores se hicieran al cerrar la última página de Everybody (Else) Is Perfect: How I Survived Hypocrisy, Beauty, Clicks, and Likes (Atria Books), una suerte de personalísimas memorias [más similares a Grace, de la Coddington, que a Vida de un periodista, de Ben Bradlee] tras un decenio escribiendo y liderando varios medios femeninos (The Feminist Press, Refinery29 o Nylon, donde ejerció como directora entre 2017 y 2019). Su cuerpo, asegura, ha pagado el peaje físico y emocional de querer estar a la altura de ese ascenso profesional meteórico. Y lo que peor ha llevado es la exposición pública. Sin embargo, la ha tenido a raudales: a lo largo de los años ha manifestado su opinión a través de reportajes en primera persona (como aquel en el que defendía con vehemencia el vello facial); ha protagonizado infinitos cambios de look diarios para alimentar el hambre voraz de los fotógrafos de street style durante las principales semanas de la moda; y, ya como directora de Nylon, ha representado a la revista en multitud de eventos. “Ser fotografiada en ese tipo de encuentros me resultaba tremendamente estresante”, recuerda. “Nunca he querido ese tipo de atención, y creo que si hubiera sabido que mi aspecto iba a ser tan importante a la hora de convertirme en periodista, no lo hubiera hecho. Porque no me gusta, no me interesa, y odio ser fotografiada”, reivindica. “Es curioso, porque ocurre mucho en los medios femeninos: se supone que tenemos que ser ejemplo de la estética y las tendencias de las que hablamos. Debemos encarnar todo eso, cuando la realidad es que la mayoría no cobramos tanto como para convertirnos en estandarte de la cultura sobre la que hacemos cobertura”.

Acaso la mayor paradoja personal a la que se ha enfrentado en ese decenio de aventura digital en los medios (en el que cubrió todos los puestos: de becaria a directora), según manifiesta en el libro, fue vivir en un estado de body negativity mientras se esforzaba por sacar adelante contenidos enfocados en la diversidad corporal, racial y de género (en 2013, por ejemplo, ayudó a desarrollar el primer libro de estilo de Refinery29 para hablar de personas queer y trans). Celebraba el hito que suponía el fichaje de Paloma Elsseser como imagen de Glossier al tiempo que combatía la anorexia. “Me ha resultado difícil elegir qué pasajes relacionados con esto incluir en el libro, porque es un tema del que siempre me he avergonzado mucho y he mantenido bastante en secreto. Me siento muy vulnerable contándoselo a la gente”.

Gabrielle Korn o cómo gestionar el feminismo y el activismo corporal cuando trabajas en la industria de la moda

Tras años de terapia y mucha reflexión, ha concluido que el cuerpo (y la apariencia) ha de ser considerado como un activo político. Y que las redes sociales muchas veces contribuyen a difuminar su mensaje. “Hay dos mundos en Instagram: el del movimiento body positivity y el de las influencers, y ambos emplean el mismo lenguaje y las mismas etiquetas. Por ejemplo, #selflove aparece indistintamente en la imagen de una mujer muy delgada y otra más gorda. Creo que la razón por la que eso sucede es que es irrelevante el aspecto a la hora de definir cómo te sientes contigo misma. Las mujeres delgadas trabajan duramente para estar en forma porque consideran que eso es realmente importante, pero por momentos carecen de conciencia para entender que esa lucha interna no afecta a la manera en la que las tratan en el mundo. Ahí radica la diferencia", defiende. ”Lo realmente increíble en el activismo corporal es que se reclama que la gordura no es algo inherentemente malo, por mucho que aún siga generando discriminaciones reales (en el trabajo, en la calle, en el médico...). Cuando una mujer delgada publica sus rutinas deportivas en Instagram con esa etiqueta, desdibuja el significado, porque no tiene ni idea de qué es sentirse discriminada por eso".

Por otra parte, anima a que hagamos una reflexión profunda en torno a los motivos que nos llevan a elegir un determinado outfit, un labial o un peinado. “La apariencia importa, pero no por las razones que nos han dicho. La forma en que te presentas a los demás ha de ir acorde a cómo ves tu lugar en el mundo, no a cómo el mundo ve tu lugar en él. Eso implica una conversación constante contigo misma y con cómo quieres que la gente te vea. El aspecto exterior no debe ser otra cosa que una traducción de un monólogo interior. En resumen: la apariencia importa, pero a través de ella no se puede decidir cuánto vales”. Eso es lo que ha aprendido durante sus diez años en los medios (desde el pasado septiembre dirige la plataforma The Most, que da visibilidad a las historias LGTBIQ+ de Netflix a través de redes sociales). Bueno, también sabe que el trabajo es solo trabajo. “No te define, no es toda tu vida... y creo que el hecho de que nos convirtamos en rostros públicos, probando cosas y hablando de ellas, hace que parezca más que un trabajo. Pero la realidad es que eres una persona independientemente de todo eso, y tu valor no se mide en función de lo que la industria de la belleza piensa de ti”.

Everybody else is perfect son las memorias de Gabrielle Korn en las que relata sus años como becaria, editora y directora de medios femeninos. En ellas, habla de la relación con su propio cuerpo y su sexualidad, las diferencias de salario con sus colegas o la ‘obsesión’ que vivió por generar cada vez contenido más atractivo, aún a costa de su salud.

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