Política y moda

Política y moda

La moda es un elemento de comunicación política. Hoy no existen muchas diferencias entre cómo visten los políticos de derechas o los de izquierda. Casi es más fácil asociar una ideología a los votantes según lo que lleven puesto. En un político, la vestimenta es, sobre todo, una cuestión de coherencia con el entorno y con la propia personalidad de quien viste la ropa.

A través de la historia, la moda ha comunicado ideologías, valores y posiciones de poder. También ha iniciado revoluciones. La izquierda adaptó durante la Revolución Francesa una estética propia para diferenciarse de la aristocracia, alargando el pantalón, de ahí que asumieran el nombre de sans culottes (el culotte o calzón era la prenda que a finales del siglo XVIII vestían las clases adineradas). Paradójicamente, tras la revolución la derecha hizo suyo el traje de camisa y corbata tal como lo conocemos hoy en día, sin apenas variaciones desde que su uso se generalizara a finales del XIX. La libre reproducción de la mujer y el uso de la pastilla anticonceptiva también se expresó en su momento a través de la minifalda.

La indumentaria y la imagen quedan enmarcadas en el lenguaje no verbal del político, e igual que su mensaje, también tienen la capacidad de generar la aceptación o el rechazo por parte del público, influyendo de manera inconsciente en las decisiones de los electores.

En ese sentido, la estética del líder ha de ser coherente con su personalidad, pero también con las circunstancias y el momento. Si esta regla se rompe se producen polémicas como la protagonizada por Melania Trump cuando se puso tacones para visitar a las víctimas del huracán Harvey en Texas o cuando el colombiano Gustavo Petro acudió a un acto para hablar de igualdad calzando unos lujosos zapatos Ferragamo valorados en unos 500 euros.

Las ideologías no tienen actualmente tanto peso en la decisión del voto como la confianza. Hoy las personas votan a quien más seguridad les da, y además del mensaje, se dejan influenciar por su imagen y por lo que su aspecto transmite. La imagen que el líder proyecta proporciona una impresión negativa o positiva sobre su gestión, y la vestimenta aporta pistas interesantes sobre estos aspectos.

Política y moda

Así pues, la moda transmite mensajes y la política se vale de ella para reforzar determinados valores. Michelle Obama es un ejemplo. Rompió con la rigurosidad de las primeras damas que la precedieron vistiendo falda y vestidos ligeros, y decidió ponerse ropa diseñada por alguien del lugar que visitaba. También la congresista Alexandria Ocaso-Cortez ha teñido de política la última edición de la glamourosa gala del MET de Nueva York, llevando un vestido blanco en el que se podía leer tax the rich (impuestos para los ricos).

La ceremonia de inauguración de la presidencia de Joe Biden a principios de 2021 fue un lugar de encuentro de la política y la moda. Kamala Harris y Jill Biden usaron prendas de pequeños negocios, desmarcándose de la primera dama anterior, Melania Trump, quien fue rechazada por diseñadores americanos por su visión excluyente y racista. También dio la vuelta al mundo la imagen viral de Bernie Sanders durante la ceremonia con un par de guantes tejidos con materiales sustentables por la maestra de Vermont Jen Ellis, quien recauda dinero para jóvenes LGBTQ+. Sin duda los memes de Sanders sentando soportando el frío fueron una excelente publicidad para impulsar su venta.

Arma de seducción

La interacción entre la moda y política he evolucionado en los últimos años, aunque ya en el siglo pasado figuras como Margaret Thatcher y Jackie Kennedy proporcionaron un sello propio. Los medios de comunicación, pero sobre todo el escrutinio permanente de las redes sociales, elevan los deseos por vestir mejor entre la clase política.

Cuando analizamos a un político, debemos tener en cuenta tres aspectos, según el politólogo Yuri Morejón: lo que dice, es decir, el mensaje; cómo lo dice, el lenguaje corporal y, en tercer lugar, la estética, la imagen. “Todo ello sumado conforma una percepción, y en política la percepción es la realidad”.

En ese sentido, Morejón asegura que el político tiene que ser “improvisadamente sexy”, ya que su vestimenta se convierte en la forma más directa que tiene para seducir al votante. El maquillaje, el color de las prendas, el corte de pelo, los complementos, la escenografía..., todo tiene que ser investigado porque “cada vez más elecciones se deciden por la imagen del candidato; la gente ya no vota única y exclusivamente por ideología”.

Tradicionalmente, la izquierda ha introducido una estética más informal y parecida a la calle, mientras que la derecha suele ser más clásica, con algunos toques de modernidad. Sin embargo, al igual que las ideologías de los partidos mayoritarios han evolucionado en los últimos años hacia el centro, la estética política también. Ahora no se aprecian grandes diferencias en el modo en el que visten unos y otros.

La investigación Vestir la política: la indumentaria como estrategia en comunicación electoral realizada por dos profesoras de la Universidad de Málaga analiza los 59 estilismos empleados durante la campaña electoral por los cuatro candidatos a presidir la Junta de Andalucía en los comicios del 2 de diciembre de 2018.

El objeto de la investigación era comprobar si existe una tendencia que vincule la ropa de un representante público con la ideología del partido al que pertenece, ya sea de derechas o de izquierdas. Tras analizar el vestuario de los candidatos en la campaña andaluza, las investigadoras han determinado que “la tradicional asociación cromática y de la forma de vestir con la ideología de los partidos políticos queda, en la campaña electoral andaluza, difusa”, enmascarada en un acento andaluz y en un intento de acercarse a la tierra con colores que evocan elementos característicos de Andalucía como su bandera, la luz, la tierra o el mar. En ese sentido, concluyen, “la moda ha dejado de configurarse como una herramienta que permite la identificación ideológica”.

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