El feminismo pionero de Mary Wollstonecraft

El feminismo pionero de Mary Wollstonecraft

“Educad a las mujeres como a los hombres. Ese es el objetivo que yo propongo. No deseo que tengan poder sobre ellos, sino sobre sí mismas”. La escritora y pensadora británica Mary Wollstonecraft, feminista avant la lettre, expuso este ambicioso proyecto en su Vindicación de los derechos de la mujer, en 1792.

Sin embargo, su voz se perdió en el desierto de la pacata sociedad inglesa, sobre todo tras la publicación póstuma de sus diarios a cargo de su esposo, William Godwin, uno de los precursores del movimiento anarquista. No en vano, en ellos, Wollstonecraft reafirmaba su indiferencia ante los convencionalismos sociales.

Su recuerdo también quedaría oscurecido por el brillo de su segunda hija, Mary Shelley, creadora del mito de Frankenstein. Hasta que las teóricas del feminismo del siglo XX rescataron sus avanzadas ideas.

El talante reivindicativo de Wollstonecraft surgió de su propia experiencia. Nacida en 1759 en un humilde distrito londinense a mediados del siglo XVIII, vio cómo su padre dilapidaba la modesta fortuna familiar heredada por culpa de su afición a la bebida.

En París abundaban los clubes femeninos, en los que esperaba verse reconocida. No fue así

Autodidacta, fue consciente de que una buena preparación cultural era el único medio de que disponía una mujer para valerse por sí misma. De ahí que, tras la temprana muerte de su madre, viéndose en la obligación de sacar a la familia adelante, abriera una escuela femenina. Contó con el apoyo financiero de una amiga, Fanny Blood, y con la ayuda de sus hermanas, Eliza y Evelina.

El feminismo pionero de Mary Wollstonecraft

En sus aulas, además de impartirse las disciplinas habituales en cualquier colegio “para señoritas” (música, dibujo y costura), también se enseñaba gramática, aritmética, historia, geografía y lengua francesa. Un

Este abanico de saber no habría sido posible sin la inestimable colaboración de dos figuras: Richard Price, sacerdote disidente de la Iglesia anglicana y amigo de Thomas Jefferson y Benjamin Franklin; y el marqués de Condorcet, que supo adivinar y estimular las inquietudes intelectuales de Mary.

Un fracaso providencial

No obstante, el proyecto naufragó. Incapaz de superar las dificultades económicas, Mary pasó a ejercer de institutriz de las hijas de un lord irlandés. Su nuevo empleo le dejaba muchas horas libres, que aprovechaba para escribir.

El influyente editor londinense Joseph Johnson publicó sus obras: el ensayo Reflexiones sobre la educación de las niñas (1787), donde insistía en la urgencia de formar culturalmente a las jóvenes; la novela María, una ficción (1788); Historias originales, una colección de relatos (1788); y Vindicación de los derechos del hombre (1790), su respuesta a las conservadoras Reflexiones sobre la Revolución Francesa del político y pensador Edmund Burke.

En Europa soplaban aires de cambio. Convencida de que las nuevas ideas serían propicias a “la otra mitad del género humano”, como solía denominar a la mujer, viajó a Francia. Acababa de publicar la que sería su obra cumbre,Vindicación de los derechos de la mujer , y sabía que en París abundaban los clubes femeninos, en los que esperaba verse reconocida. No fue así.

La sombra de la sospecha planeó sobre ella: era ciudadana de un país en guerra con la Francia revolucionaria. Se halló sola y con una hija, Fanny, fruto de una breve relación sentimental con el diplomático estadounidense Gilbert Imlay, que negó su paternidad.

Poco después de dar a luz a la futura escritora Mary Shelley, murió debido a fiebres puerperales

Triste y fracasada, regresó a Inglaterra, donde se refugió en casa de su editor. Tras un intento de suicidio, retomó su labor intelectual, participando en las tertulias organizadas por Johnson, a las que también asistía William Godwin. La afinidad de pensamiento entre ambos pronto dejó paso al amor.

Se casaron en 1796, pero Mary no pudo disfrutar mucho de su felicidad. Al año siguiente, poco después de dar a luz a su segunda hija –la futura escritora Mary Shelley–, Wollstonecraft murió debido a fiebres puerperales. Dejaba en herencia una nueva óptica sobre la condición femenina.

Este artículo se publicó en el número 548 de la revista Historia y Vida. ¿Tienes algo que aportar? Escríbenos a redaccionhyv@historiayvida.com.

Relacionadas

Cristina de Pizán, vivir de la escritura en la Edad Media

Lola Montez, la irlandesa que triunfó como española

Jacqueline Kennedy: un icono en la Casa Blanca

Etiquetas: