‘La moda justa’, el ensayo de Marta D. Riezu que arrasa en ventas con su invitación a vestir con ética

‘La moda justa’, el ensayo de Marta D. Riezu que arrasa en ventas con su invitación a vestir con ética

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La periodista catalana se desmarca con un ensayo crítico, informativo y ágil sobre todo lo que va mal en la industria. ‘Spoiler’: a pesar de la creciente conversación en torno al concepto de sostenibilidad, el panorama sigue siendo desolador

Por Eva Blanco Medina‘La moda justa’, el ensayo de Marta D. Riezu que arrasa en ventas con su invitación a vestir con ética ‘La moda justa’, el ensayo de Marta D. Riezu que arrasa en ventas con su invitación a vestir con ética

Una mudanza le sirvió a Marta D. Riezu (Terrassa, 1979) para darse cuenta de que tenía ropa para “tres ejércitos”. Este hecho, unido al profundo conocimiento que su profesión periodística le otorgaba sobre las viciadas dinámicas que mueven la industria del vestir, le hizo desarrollar una nueva sensibilidad como consumidora de ropa. Lo cuenta en La moda justa (Anagrama), un texto que, en apenas una semana –se publicó el pasado 10 de noviembre–, ha conseguido colocarse en las primeras posiciones de los ensayos más vendidos en Amazon. La propuesta de Riezu pasa por analizar de manera resumida (limitaciones del formato) los grandes males que corroen la moda –de la sobreproducción y el desenfreno consumista a la explotación laboral, el oscurantismo en la cadena de suministro, la esquiva circularidad y la escalofriante huella ecológica–, a la par que abre la puerta a la esperanza con un listado de propuestas para que la cosa mejore. ¿El gran reto? Conseguir que el lector se inicie en el camino del armario sostenible: un conjunto de prendas seleccionadas con contención e inteligencia, cuyo origen sea perfectamente conocido (y lo más respetuoso posible con el entorno).

¿Se gastó la palabra ‘sostenibilidad’ de tanto usarla?

Yo no hago ni caso a lo que me dicen las marcas, y cuanto más grandes menos me fío. Una etiqueta con una hojita verde y una frase muy poética me cuenta que esto es algodón orgánico. Bueno, eso ya lo veremos. Antes de comprar, pregunto e investigo. No me da ninguna pereza. Si compras a lo loco te la van a colar por todos lados. Yo no voy a entregar ciegamente mi confianza a una marca. ¿Por qué iba a hacerlo? Nuestro dinero construye o destruye, según dónde lo invirtamos. Lo que llevamos puesto es político, es un posicionamiento. No hablo de consignas baratas ni hippismos ni prendas sostenibles pero horrorosas. Uno puede vestirse con ética desde la discreción absoluta, la seriedad, el apoyo a la cultura, el refinamiento.

¿Pecamos los periodistas de poner demasiado el foco en la actitud del consumidor y poco (o menos) en la regulación de la industria y las prácticas empresariales?

Ambos son igual de importantes, y deben abordarse en paralelo. Los cambios individuales suman y los cambios colectivos transforman. Como te decía, mi voto es mi cartera. Los periodistas están atados muchas veces de pies y manos para criticar a según quién, porque dependen de esas marcas para su publicidad. Creo que incluso el más desinformado sabe un poco lo que hay. Las personas con muchos seguidores, por muy ridículas que las encuentre a veces, tienen un poder comunicativo enorme, más que algunos medios. Cuando veo en Youtube a uno que se gasta 900 € en Primark y abre una caja con 85 prendas y se piensa que es, no sé, rico o estiloso o un triunfador, bueno, ¿cómo contrarrestar tanta bobería? Pues nos toca hacerlo, mira.

De todos los grandes males asociados a la industria de la moda, ¿cuál es el que más te preocupa personalmente?

‘La moda justa’, el ensayo de Marta D. Riezu que arrasa en ventas con su invitación a vestir con ética

Es fácil dejarse llevar por su lado más frívolo y vistoso. La moda está pensada por estrategas brillantes del diseño, la economía y el marketing para que sea así: divertida, sociable, alegría pura. Si no trabajas en esto nunca ves qué hay detrás, las miserias y cutreces que esconde. La moda banal y egoísta es indistinguible a primera vista de la moda honesta, bien hecha y respetuosa. Las dos lucen mucho. Para que no nos estafen moralmente no queda otra que investigar a la marca que nos vende. Quién está detrás de ella, dónde produce y cómo produce.

¿A qué temas concretos te hubiera gustado dedicar más espacio en el ensayo?

No quería que fuese un ensayo contra la moda. Es un texto que alerta de una mala relación con la moda. La ropa es un instrumento maravilloso para expresarse, conectar con otras personas, crecer. Una prenda puede ser un manifiesto, un tesoro, un artefacto histórico. Guardo la chaqueta de lana con la que se casó mi madre bajo la nieve. ¿Cómo ponerle un precio a eso? Moda para mí no es comprar a lo loco, ni hacer caso de las tendencias, ni entrar en la barbaridad de la no-repetición. La repetición es lo mejor de la vida. La elegancia pasa por liberarse de esas arbitrariedades infantiles, del ‘ya no se lleva’. ¡Qué estupidez! En La moda justa invito a disfrutar la moda sin entrar en su juego, a aprovechar su potencial crítico y no verla solo como un entretenimiento.

¿Cuáles son las cifras que más te impactan en relación a la factura medioambiental de la moda?

De los 75 millones de trabajadores que se dedican a confeccionar ropa (yo creo que más, porque los que trabajan desde casa son difíciles de cuantificar), un 98% no gana lo suficiente para vivir. ¡Un 98%! Es esclavitud moderna. La gran mayoría son mujeres. Ahí tienes el rostro sin rasgos de la moda: una mujer pobre e intercambiable. Una moda basada en la mano de obra barata y en la explotación salvaje de recursos naturales. Otra cifra mucho más tonta, pero significativa: usamos solo un 20% de lo que tenemos en el armario. Yo a ojo diría que menos y todo. Un armario escueto y de la mejor calidad que podamos pagar nos ahorraría mucho tiempo y espacio.

Al comienzo del libro relatas que una mudanza te hizo darte cuenta de que tenías ropa “para vestir a tres ejércitos”. ¿Qué tiene que pasar (además de una mudanza) para que frenemos nuestras ansias consumistas y nos demos cuenta de que no necesitamos el enésimo vaquero en el armario?

Yo apuntaría a cinco factores. Uno: el entorno. Si tus amigos o tu familia son adictos a las compras chorras lo tienes crudo, porque vas a asociarlo a cosas buenas, al afecto. Dos: el presupuesto. La moda que vale la pena exige ahorrar, priorizar y elegir, cosas nada divertidas pero necesarias para convertirse en un ciudadano civilizado. Tres: nuestra casa, el espacio del que dispongamos para el guardarropa. Cuatro, y clave: la propia curiosidad. ¿Te crees todo tal como te lo venden? Es el camino directo a ser amablemente engañado a diario. Y cinco: la edad. La experiencia, la sensatez y el hartazgo juegan a nuestro favor; yo desde luego compro mucho mejor que cuando tenía veinte años. La sigo fastidiando, ¿eh? Pero menos.

Hablando de vaqueros, ¿deberían llegar al consumidor con una etiqueta gigante en la que se especifique, entre otras cosas, que se requieren 8.000 litros de agua para producir un solo par?

Sé que la moda ha glorificado el denim y que todos los popes del diseño lo adoran, pero ecológicamente es el demonio. Estéticamente, si te digo la verdad, apenas hay denim interesante. La gran mayoría de los jeans son ridículos, feísimos. ¿Esos engendros rotos y abiertos por las rodillas que lleva la generación tronista y tiktokera? Los vaqueros con cristales: ¿cómo es posible esa afrenta? Además de tu etiqueta gigante, que me encanta, yo añadiría otra que dijera: te puedes vestir con algo mucho más elegante que los jeans, sal al mundo, adelante, inténtalo.

Por un momento pensamos que la pandemia marcaría un punto de inflexión y los ritmos insanos de la industria se relajarían por fin. ¿Dónde ha quedado esta entelequia? ¿No hemos aprendido nada?

Las marcas grandes no tenían ninguna intención de cambio, y mientras puedan producir a tope y ganar fortunas lo harán. Por eso: porque pueden. Porque las leyes lo permiten. Los que ya dudábamos de muchas cosas nos hemos reafirmado. Los que compran alegremente dudo que hayan abierto los ojos. Para muchos la moda es escapismo y recompensa, no un momento de compromiso.

¿Verán nuestros ojos un sistema circular real en la moda, en el que todo lo que se produzca acabe siendo reciclado?

No. ¿Para qué vamos a engañarnos? Acaba de finalizar la cumbre de Glasgow. ¡Qué manera de hacer el ridículo! Tanto vuelo de avión y tanto traje a medida para nada. Me los imagino una semana antes, cortándose el pelo para estar guapos. El proceso de reciclado es caro, complejo y contaminante. Aún así, es el único camino. Eso, y multas que castiguen la sobreproducción (que pagarán, como las cadenas de televisión pagaban silbando los minutos excesivos de anuncios) y leyes férreas acerca de la Responsabilidad Ampliada del Productor. Pero las multas, el dinero, es solo dinero que va y viene. ¿Cómo se repone la naturaleza destruida? Una selva perdida no vuelve.

¿Por dónde recomiendas empezar a alguien que quiera iniciarse en el camino de la ropa con conciencia?

Ante todo abogo por endurecer un poco el discurso y dejarse de tantos paños calientes, eso de [pone voz infantil]: ¡Vamos, sé bueno, toma mi mano y bailemos juntos en círculo! No. El mensaje es: no hay tiempo, no hay margen, el sistema de la moda está podrido, es un horror, lo que hacemos con los animales no tiene nombre, con los trabajadores ya ni te cuento. Sé un adulto decente y responde por tus actos: lo que compras o dejas de comprar –en alimentación, en moda, en muebles– determinará el futuro. ¿Pasos prácticos? Analizar con objetividad tu armario, regalar a amigos lo que no usemos, intercambiar con ellos ropa que nos sirva, desconfiar de los mensajes verdes facilones, poner en cuarentena cada compra y disfrutar la (mucha) ropa que ya tenemos, que seguramente es fantástica.

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Por Eva Blanco Medina

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