Los talibanes hacen rodar cabezas

Los talibanes hacen rodar cabezas

Que la historia se repita como farsa no siempre es lo peor que podría pasar, por lo menos en el Afganistán de los talibanes. Quien recuerde sus decapitaciones públicas de condenados, al estilo saudí, en los años noventa, puede haberse alarmado por el titular. Sin embargo, en su reedición del Emirato Islámico, los talibanes parecen conformarse de momento con degollar maniquíes.

Efectivamente, en las provincias occidentales del país, los propietarios de tiendas de ropa femenina habrían recibido la siniestra orden de cortarle el cuello a sus maniquíes de plástico. Un vídeo que se ha hecho viral muestra a uno de estos tenderos de Herat manos a la obra, seccionando el gaznate de una figura tras otra con una sierra.

El vídeo de un tendero de Herat serrando la cabeza de todas sus maniquíes ha dado la vuelta al mundo

Aunque el Gobierno talibán a menudo atribuye a incontrolados de bajo rango este tipo de iniciativas, esta vez no ha sido así. Un director del rimbombante Ministerio de Propagación de la Virtud y Prevención del Vicio ha justificado la medida, aunque ha aclarado que de momento es solo una recomendación. Su ministerio, para más inri, ocupa el edificio del que fuera Ministerio de la Mujer, ahora suprimido.

“Les dijimos a los comerciantes que si quieren mostrar la ropa en los maniquíes, no basta con cubrirlos, deben cortarles la cabeza, así no habrá problemas”, ha afirmado el director, Shaij Abdul Aziz. Mientras tanto los maniquíes han ido desapareciendo de los escaparates afganos sin necesidad de fetua.

Los talibanes hacen rodar cabezas

Una vez más, los talibanes no han inventado nada, sino que extraen su inspiración de Arabia Saudí. Hace siete años, la firma británica Marks & Spencer no tuvo inconveniente en plegarse a la policía religiosa saudí, utilizando maniquíes sin cabeza para su primera tienda de lencería en el reino. En aquel momento, Zara también difuminaba los rostros femeninos en los vídeos de sus ciento cincuenta tiendas a lo largo y ancho del país, en centros comerciales donde el hilo musical estaba prohibido.

Algunos confían en que, del mismo modo que el régimen saudí ha suavizado su misoginia, sus discípulos talibanes terminen haciendo lo propio.

Un comerciante de Herat habría confirmado a Efe haber recibido una carta instándoles a cortar la cabeza de sus maniquíes, “pero sin distinción entre hombre, mujeres y niños”.

En la misma línea, en otra provincia afgana, se han cerrado los baños turcos para mujeres, mientras se mantienen abiertos los de hombres.

Así que, tras derrotar por agotamiento al ejército más poderoso del mundo, los guerrilleros talibanes vuelven a mostrar su verdadera alma de seminarista, con toda su misoginia y pudibundez. Los talibanes –literalmente, los “estudiantes”, obviamente del Corán– creen que la clave del futuro de Afganistán, a las puertas de una grave crisis humanitaria, pasa por recuperar la virtud. Sobre todo, claro está, la de sus mujeres.

Mientras tanto, el secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, ha reconocido esta semana que su organización ha contribuido a aliviar las penurias de “siete millones de afganos”. Varios países buscan la forma de hacer lo propio sin que ello implique un reconocimiento formal de los nuevos amos de Kabul.

Los talibanes saben que el mundo les mira y que el final de su aislamiento dependerá de sus obras, más que de sus palabras. Estas son cuidadosamente calibradas por sus portavoces, uno de los cuales acaba de asegurar que las mujeres podrán denunciar a sus maltratadores. Antes, el guía supremo del grupo, el mulá Ajundzada, había condenado los matrimonios forzados.

Pero no pocas mujeres, entre ellas algunas de las mejor preparadas, decidieron ya el año pasado no sentarse a esperar la benevolencia de los clérigos, desconfiando de la amnistía ofrecida a los funcionarios del anterior gobierno tutelado por Washington.

Entre ellas, varias jueces, que llevaban meses refugiadas en Grecia y que, finalmente, serán recibidas junto a su caudal de conocimientos en Canadá, país que se ha comprometido también a acoger a miles de homosexuales afganos.

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