Colita rescata las mujeres que el franquismo mandó a la trituradora

Colita rescata las mujeres que el franquismo mandó a la trituradora

Recuperación editorial

‘Antifémina’, con textos de Maria Aurèlia Capmany, se reedita 43 años después de su censura

Teresa Sesé

Barcelona

"La mujer es un ser marginado tanto si se hace monja como si se hace prostituta, tanto si envejece como si lucha denodadamente para conservar la juventud”, escribía en 1977 Maria Aurèlia Capmany (1918-1991) en las primeras páginas de Antifémina , un libro realizado mano a mano con la fotógrafa Colita que sorteaba las trampas de la feminidad para mostrar qué significa ser mujer en un país machista. Fuesen monjas o prostitutas. Gitanas o majorettes. Viejas o jóvenes. Lo publicó Editora Nacional, pero, antes de llegar a las librerías, su director fue despedido y los 3.000 ejemplares salidos de imprenta acabaron en la trituradora. “Cuando murió Franco nos volvimos locos: pensamos que había llegado nuestro momento y que por fin íbamos a poder hacer lo que nos diera la gana, pero no supimos ver que los franquistas seguían estando por todas partes. Y la cagamos”, recuerda la fotógrafa, que cuatro décadas después lo “resucita de entre los muertos” en una nueva edición del Ayuntamiento de Barcelona y la Editorial Terranova. “Debería retitularse ‘Lázara’”, bromea.

Colita rescata las mujeres que el franquismo mandó a la trituradora

“Los libros son aventureros y este ha tenido muchos lances, la mayoría desafortunados”, prosigue Colita. La idea de la obra se gestó en la cola de la panadería donde la escritora y la fotógrafa, que eran vecinas, coincidían cada mañana para comprar. Y es allí donde seguirían celebrando sus reuniones de trabajo durante todo el proceso. Fue Maria Aurèlia Capmany, que entonces tenía 58 años, quien le propuso a Colita, que con 35 dirigía el departamento de fotografía de la revista Vindicación Feminista, reunir en un libro sus fotos de mujeres. Amigas, empoderadas y comprometidas políticamente, “nos encontramos el hambre y las ganas del comer”.

“La idea desde el principio -explica la fotógrafa- era que sus textos fueran como pies de foto amplios. Por la noche seleccionaba las fotos, hacía montoncitos, se los llevaba al día siguiente y cuando ella tenía el texto listo lo recortábamos y lo íbamos pegando debajo de las fotocopias de las imágenes”. De aquel tiraje de 3.000 ejemplares que el nuevo director de la editorial que había nacido bajo el amparo del régimen franquista ordenó destruir al reparar en la naturaleza del libro, sobrevivieron unos pocos que se han convertido en objeto de coleccionista y hoy se venden por hasta 300 euros.

“La mujer es un ser marginado tanto si se hace monja como si se hace prostituta”, escribió Capmany

“Lo asesinaron, lo convirtieron en confeti, nos lo jodieron sin piedad y sin ni siquiera darnos la oportunidad de defenderlo... Les molestó la defensa que hacíamos de la mujer progresista, que dignificáramos el hecho de ser mujer o que habláramos de feminismo”, relata Colita, que con gran disgusto se reservó un ejemplar que durante cuarenta años ha estado durmiendo en un cajón. Fue Francesc Palop, responsable del archivo Colita, quien le animó a reeditarlo para lo cual encontraron en el Ayuntamiento, y sobre todo en la alcaldesa Ada Colau (“ella es feminista, le gustó y dijo ‘mío”) el cómplice necesario. “Cuando meten a un hijo tuyo en la trituradora lo pasas mal, sufres, pero ahora está de nuevo en la calle y muy mejorado. Estoy feliz”.

Antifémina es un retrato de las mujeres de la España que empezaba a desperezarse después de la larga dictadura, pero la maternidad, la vejez, la sexualización del cuerpo femenino, el uso del espacio público o la religión son temas que continúan ocupando un lugar de centralidad en la vida de las mujeres. “Fuimos muy pioneras hablando no de la feminidad, sino de la mujer, de lo que significa ser mujer, y mucho me temo que aún hoy se cargarían muchas ilustraciones porque la problemática de las mujeres sigue aquí”, apunta Colita.

‘Antifémina’, aún vigente, explora lo que significa ser mujer en una sociedad machista

Maria Aurèlia Capmany, intelectual de personalidad volcánica, avisa en las primeras líneas: “Hemos pensado que valía la pena pensar en el reverso de la imagen de la Fémina al uso. Lo más opuesto de la muchacha-bonita-de-un-metro-sesenta-y-cinco-que-nos-adora, como diría el varón semiculto. Las mujeres que se mueven, gesticulan, viven a través de estas imágenes ‘tan veraces como la vida misma’ son mujeres pero no son en absoluto femeninas”.

A través de diez capítulos, Antifémina transita de las mujeres que trabajan en el campo u obreras de las fábricas (“las manos de las mujeres que trabajan son exactas de las manos de los hombres que trabajan”), a las monjas que tienden ropa en el convento, el refugio de la soledad: “El convento no es otra cosa que soledad en compañía. La prueba es que a medida que la mujer pierde miedo a la vida, los conventos se van quedando vacíos”. De las prostitutas que pasean por el Raval ofreciendo una “espléndida teoría de culos bamboleantes” acechadas “como buitres” por sus potenciales clientes, a las jóvenes novias en el día de su boda (“Si leyera todas y cada una de las cláusulas del contrato se daría cuenta de que quizá el ritual del robo no ha desaparecido, pues en verdad la están robando”) o las gitanas doblemente marginadas dentro de una sociedad marginada.

El libro, gestado en la cola de una panadería, fue destruido poco después de su salida de la imprenta

La mayoría de las fotografías de las que se nutre el libro, tomadas entre 1960 y 1977, formaban parte del fondo de trabajos ya existentes de Colita, aunque en ocasiones salía a la calle en busca de imágenes para nuevos capítulos como Descuartizar un cuerpo , la cosificación de la mujer a través de pechos, muslos, nalgas o labios que encuentra en los grandes carteles de los teatros del Paral·lel. Estamos en plena eclosión del destape. “La mujer entera es todavía una persona y podría resistirse a ese trato vejatorio; descuartizarla, aunque solo sea en imagen, es demostrar que solo es una mujer en apariencia”, reflexiona en otro momento Capmany.

El grado máximo de esa deshumanización sería esa muñeca hinchable, modelo de la mujer complaciente, sumisa y sin voz, que Colita muestra desinflada sobre su propia cama. En este caso no tuvo que salir de su casa para retratarla. “Durante años la tuve en el balcón de mi antigua casa de l’Eixample las 24 horas del día, vestida con un traje negro de mi madre, con peineta y mantilla, pero en un arrebato de reivindicación feminista la deshinché y la metí en la cama. Era una cosa muy curiosa en el barrio, pero los chistes tienen gracia durante un tiempo, no para siempre”, cuenta la fotógrafa que, a sus 81 años, ha sido uno de los “descubrimientos” del último Paris Photo , donde ha participado con la galería RocioSantaCruz, que también la llevará a Arco. Una de sus fotos, precisamente la de las monjas tendiendo la ropa, fue destacada como una de las mejores de la feria.

“No supimos ver que, muerto Franco, los franquistas seguían estando por todas partes”, dice Colita

Antifémina , cuya imagen de portada forma parte de las colecciones del Reina Sofía, no será el último tesoro que Colita rescate del cajón. Para el año que viene y coincidiendo con el 75.º aniversario del nacimiento de Ana María Moix (1947-2014), tiene previsto sacar a la luz una obra en torno a las habaneras y el mar compuesto por diez poemas y diez ilustraciones “que desde hace años están cubiertos de telarañas”. Actualmente disfruta de una gran exposición que le dedica el Teatro Español a sus fotos de flamenco –El viaje sin fin- pero, lamenta, “aquí nada de nada”. “He tenido que dar con una alcaldesa feminista para poder reeditar el libro, si no, aún seguiría donde estaba, seguro”.

Mostrar comentarios
Al Minuto
Etiquetas: